Leer El Mundo según Monsanto

Marie Monique Robin escribió este libro que denuncia hechos demasiado graves para la vida. En la Argentina desapareció de las librerías. Aquí tomo párrafos, como para poner en evidencia un problema que nos toca a todos. Demasiado de cerca.

martes, 3 de julio de 2012

Paraguay: Monsanto y una democracia entre algodones (y soja)


Junio suele ser triste para Latinoamérica. Y esta vez no fue la excepción. Las noticias dijeron que murieron en una masacre once campesinos y ocho policías. Días después, el primer presidente de izquierdas en 60 años en Paraguay, había sido depuesto. Es que las mismas tierras que Rivarola había otorgado ilegalmente a la Industrial Paraguaya, el dictador Alfredo Stroessner se las regaló a su amigo el senador Blas N. Riquelme. La misma tierra en que se derramó la sangre de miles para favorecer a la oligarquía yerbatera, en esa cuasi esclavitud que Rafael Barrett en su célebre Lo que son los yerbales, hoy ve correr la sangre campesina en pos de la oligarquía sojera, por un lado y la puesta en marcha de un nuevo modelo productivo de algodón por el otro. Esa misma oligarquía capaz de derrocar a un presidente elegido democráticamente en menos de dos días, sólo busca garantizarse la renta de los negocios agropecuarios en detrimento de los campesinos.
Si esto fuese un intento de periodismo similar al inaugurado por Jorge Lanata en Periodismo Para Todos, podríamos concluir en que la sangre de los campesinos paraguayos financia el déficit fiscal de los Estados Unidos. Sin embargo, para intentar hacer una explicación seria de la situación paraguaya, es necesario remontarse a los tiempos en que Mitre sometió al hermano país en los tiempos de la infame guerra de la Triple Alianza. “El Estado llegó al extremo de regalar 150 leguas a un personaje influyente. Fue aquella una época interesante de arriendo de tierras y compra de agrimensores y de jueces”, dice Barrett en Lo que son los yerbales. Las empresas más beneficiadas por estos regalos fueron Matte Larangehira y La Industrial Paraguya. Si alguien desea ahondar sobre el accionar de estas dos empresas, sólo tiene que leer aquel informe de Barrett, que publiqué ayer.
Estas tierras, por millones fueron salvajemente desforestadas en los últimos años en pos de la implantación de un modelo de producción intensiva de soja que beneficia, además de la oligarquía terrateniente paraguaya, a terratenientes y pooles de siembra argentinos y brasileños.
Pero hay un beneficiario más, oculto detrás de toda la trama: la soja transgénica, que llegó al Paraguay de la mano de los socios de la poderosa Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) y de contrabando, benefició directamente a Monsanto, productor del Glifosato y de la soja RR, tal como lo demuestra Marie Monique Robin, en su excelente El Mundo Según Monsanto, misteriosamente desaparecido, a sólo dos semanas de su publicación, de las librerías argentinas.
Pero no sólo de la soja transgénica vive Monsanto. La variedad BT de su algodón es otra de sus armas que apunta directamente contra la devastación de la selva paranaense y el arrinconamiento de los campesinos a una situación de hambre y pobreza aún peor a la de la época de Barrett. Dice la investigadora Javiera Rulli: “Desde el 2006 se ha denunciado públicamente la distribución de semillas transgénicas de algodón en zonas de los departamentos de Itapúa y Paraguari. Estudios preliminares realizados en el Instituto Agronómico Nacional (IAN) detectaron contaminación transgénica de lotes semilleros de variedades nacionales de algodón del orden del 27% (legalmente se acepta 1% de contaminación).
El viernes 11 de octubre de 2011, el ministerio de Agricultura del Paraguay liberó finalmente la comercialización del algodón BT, hecho que agudizó las protestas de los campesinos paraguayos, aunque estas manifestaciones no se hayan publicado en los medios masivos. La liberación de la comercialización, como sucede en la mayoría de los países se hizo sin tener en cuenta todos los peligros para la vida que acarreaba la decisión. Simplemente la agencia Reuters publicó: "Los resultados de los ensayos regulados y el análisis de la evaluación de riesgo señalan que el evento MON531 no presenta riesgos significativos al ambiente, a la salud humana y animal y con un rendimiento superior a su homólogo convencional". Nada decía del impacto directo en el modo de vida campesino ni de la concentración abismal de la tierra que esta decisión trae aparejada en el mediano plazo.

Tierras de sangre

En su documento final, publicado en 2008, la Comisión de Verdad y Justicia del Paraguay, en su apartado que refiere a las tierras mal habidas, adjudicadas desde 1954 a 1989 (período comprendido por la dictadura de Stroessner) y desde 1989 a 2003 (período de gobierno del partido Colorado, al cuál pertenece Stroessner), concluye que en el país fueron adjudicadas ilegalmente 8 millones de hectáreas de tierras.
En aquel lejano 1963, el estatuto agrario dictado por Stroessner parecía un legado de buenas intenciones, destinado a redistribuir aquellas tierras que habían llenado de sangre La Industrial Paraguaya y la Matte Larangehira y un grupo selecto de amigos del poder. Aquella ley 854, establecía que no podría ser beneficiaria de aquella supuesta redistribución de tierras del estado paraguaya ninguna persona que poseyera más de 100 hectáreas y que no fuera paraguayo nativo. A su vez ninguna persona podía adquirir más de 100 hectáreas. Y había dentro de los mecanismos de aquella ley espacios para la adjudicación de tierras a pueblos originarios y grupos de campesinos (“si es que las tierras alcanzaban”).
Y se ve que alcanzaron, porque el ex dictador nicaragüense, Anastasio Somoza se vio beneficiado con la adjudicación de varios miles de hectáreas. También el suertudo de Stroessner. Y hasta su esposa. Y por supuesto el General Andrés Rodríguez, también presidente de facto paraguayo. Por supuesto en el listado no podía faltar Roberto Knopfelmacher, titular durante años de ACEPAR, la fábrica de aceros de Paraguay que tuvo un sobre costo de 200 millones de dólares en su construcción. Y que luego fue privatizada a manos de Sergio Tasselli, que llevando adelante toda su ingeniería empresarial puesta ya al servicio del estado argentino, la hizo, indefectiblemente quebrar.
Pero uno de los casos más emblemáticos de la adjudicación de tierras estatales en Paraguay es la del eterno senador del partido Colorado Blas N. Riquelme. Hacia 1975, cuando el señor Riquelme se encontraba inhibido de comprar tierras estatales por ser ya propietario, el ex senador compró a través de testaferros varios miles de hectáreas en la zona de Curuguaty, donde hace unos días se produjeron los asesinatos de policías y campesinos.
Claro que no eran los primeros asesinatos que se producían dentro de una finca del intocable senador Riquelme. En la página 202, del tomo III del informe de la Comisión de Verdad y Justicia, se hace referencia a los testimonios en audiencia pública de Catalino Sosa y Cristino Sosa, integrantes del pueblo Mby’a. Transcribo: “Otro caso es el del ex senador Riquelme, Paso Romero, su propiedad, persiguió a los indígenas y mató a dos indígenas, Porfirio Fariña, sacerdote y líder. No es amigo de Lugo, pero no le interesa porque piensa que la solución está en la ley, en diputados y senadores, para poder dar presupuesto a la salud, la educación y la compra de tierra para indígenas, no
depende esto de Lugo. Queremos, como dice la Constitución Nacional y el Convenio 169, participación en todas las instancias; esto no sucede; desde el año 1981 se niega a los indígenas la presidencia del INDI, ni siquiera en otros lugares de decisión; ¿cómo pueden decidir sobre los indígenas si no conocen la cultura indígena?”. Blas Riquelme sigue siendo senador. Y es considerado un empresario exitoso.

Tranquilo, sojero

Pero, dentro de la clase dirigente exitosa del Paraguay hay otro personaje que se hizo de campos de manera ilegal y cuyas propiedades siguen siendo reclamadas por los campesinos. Decía de él el diario Clarín en 2004: En los últimos años, el área sembrada de soja en el Paraguay creció de 960.000 has. en 1996 hasta 1.936.000 en el 2004. Desde 1989, la producción total de la oleaginosa se multiplicó por cuatro: de 1.070.116 toneladas producidas hace 15 años, se alcanzaron 4.518.015 toneladas el año pasado, con el 90% en siembra directa”.
La productividad, que en promedio es de 2.700 kgs/ha, no para de crecer desde 1994, cuando empezaron a aplicarse las técnicas conservacionistas de labranza que llevó AAPRESID.
El "rey de la soja" de este país, Tranquilo Favero, que tiene sembradas más de 50.000 has. de soja en campos de los departamentos Alto Paraná y Amambay, asegura que "la producción per cápita de soja nos ubica primeros en el mundo, con unos 727 kilos de producción por habitante".
Según María Monique Robin, la soja transgénica de Monsanto, prohibida por entonces en el Paraguay, entró de la mano de AAPRESID. Lo mismo pasó en Brasil. De esa manera, aquella selva en la que vivían los indígenas; aquella selva en la que morían los paraguayos de los yerbales, comenzó a morir para siempre. Tranquilo Favero era su mascarón de proa. Detrás iban el resto de la clase dirigente paraguaya y por supuesto los principales pools de siembra argentinos, azuzados siempre por las inefables páginas del diario Clarín.
A veces sería necesario investigar la relación existente entre Monsanto y Merryll Lynch, accionista directo del diario Clarín, quien no sólo apoyo desde sus páginas la expansión sojera en la Argentina sino también en Paraguay y Brasil. Pero quedará para otra oportunidad.
Es que, Tranquilo Favero, dueño de más de un millón de hectáreas en el Paraguay no solamente reivindica a Stroessner diariamente. También detesta a los carperos, campesinos paraguayos que le reclaman las 167 mil hectáreas de la zona de Ñanducay. El dirigente campesino Victoriano López, detenido por liderar manifestaciones contra los terratenientes atribuye a la recuperación de las tierras de Favero una cuestión de soberanía. Es que Favero es considerado el primer Brasiguayo. Es decir, es parte de los 300 mil brasileños afincados en Paraguay. Cuenta Favero que llego a Paraguay luego de vender 50 hectáreas en Brasil. Con ese dinero, en el Paraguay de Stroessner compró 5 mil. Los carperos acampaban junto a sus campos desde febrero. Y allí estaban el día de la matanza en las tierras cercanas de Blas N. Riquelme.

Paralelas argentinas

De todas maneras, como ya dijimos, las protestas tenían además otro punto importante que, de alguna manera fue ocultado por la prensa y las clases dirigentes. La liberación del algodón transgénico. Este modelo productivo, afecta directamente a las familias campesinas, no sólo por la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los espacios productivos familiares sino directamente en la salud. Ante la falta de control absoluto son innumerables las listas de muertes de campesinos por la contaminación de los agrotóxicos.
Dice Javiera Rulli: “La fumigación se produce por lo general en condiciones indebidas, tales como a altas temperaturas y en condiciones de viento”. Una investigación citada por la autora dice que 78 por ciento de las familias campesinas encuestadas  informaron de algún problema de salud ocasionado por las frecuentes fumigaciones, y el 63 por ciento de las mismas dijo que las fumigaciones afectan siempre o casi siempre a las fuentes de agua utilizadas para el consumo doméstico.
Estos son los datos. Lo demás ya fue contado. Las protestas de los carperos (alrededor de 130 movimientos a lo largo y ancho del país) recrudecieron con la autorización del algodón transgénico y comenzaron algunas ocupaciones a la espera de que en algún momento se hiciera efectiva la promesa de Fernando Lugo de una verdadera reforma agraria. O bien una distribución justa de la cuarta parte del territorio paraguayo en manos de personajes que se hicieron de ellas a través de procesos ilegales e ilegítimos apañados por el Partido Colorado y la dictadura de Stroessner.
En ese marco, Monsanto redobló la apuesta y anunció que saldría a la venta un algodón BT y RR, es decir, resistente al glifosato. Para ese momento, los días de Lugo estaban contados.
Podría hacerse entonces un paralelismo entre lo que ocurrió en la Argentina en 2008, con la Resolución 125 y el caso paraguayo. Se podría decir que las muertes y el apriete a campesinos de parte de terratenientes sojeros se da en todo el norte argentino diariamente sin que esto le importe a los diarios. A veces parecería importarle poco a nuestro gobierno, que hace sólo un par de meses junto a directivos de Monsanto anunción una inversión por 300 millones de dólares para la instalación de una planta productora de maíz transgénico en Córdoba.
 En definitiva, las muertes por intoxicación, los palos y los revólveres, como en tiempos de la Industrial Paraguaya, siguen haciendo correr injustamente la sangre de los pobres. Hubo un gobierno democrático que cayó. Nuestros diarios miran hacia un costado. Algunos gobiernos no. Pero no suelen ver una parte de la realidad que apunta contra su propio poder, en el corto plazo. Deberíamos abrir los ojos, antes de que todas nuestras democracias caigan entre algodones dentro de las cárceles de Monsanto.