La conquista
“Los marinheiros enseñaron a sus aprendices a cruzar los
océanos y estos así lo hicieron llevando consigo gran cantidad de gente.
Después, los pasajeros, hombres y mujeres de tierra firme tenían que
transformar sus nuevas tierras en hogares. Tal tarea no estaba fuera del
alcance de sus posibilidades –podrían haberlo hecho de haber contado con más
tiempo- pero estaba fuera del alcance de sus preferencias. Eran europeos, no americanos, australianos o asiáticos,
y nunca se adaptarían voluntariamente a las nuevas tierras en sus condiciones
originarias. Los emigrantes europeos podían alcanzar e incluso conquistar estas
porciones de tierra extraña, pero no podían transformarlas en colonias de
doblamiento mientras no se parecieran mucho más a Europa que cuando los
marinheiros alas avistaron por primera vez. Afortunadamente para los europeos,
sus animales domésticos demostraron una gran flexibilidad de adaptación,
resultando muy eficaces en el inicio de dicho cambio. (… …)
Los europeos que fundaron los primeros imperios
transoceánicos también eran agricultores mixtos y pastores (habían comprendido
el modo de vida de los indoeuropeos con mayor facilidad que nosotros mismos) y,
el éxito de sus animales fue, en términos generales, el suyo propio. (… …)
Los europeos llevaron consigo plantas de cultivo, lo que les
concedió una importante ventaja sobre los aborígenes australianos, ninguno de
los cuales practicaba agricultura y además la adoptaron muy lentamente”. 1
Si bien las condiciones y los pobladores de Nueva Zelanda
descriptos por Crosby difieren en costumbres y tradiciones de las poblaciones
originarias de América, las prácticas agrícolas y ganaderas resultaron a la
postre una forma de dominación cultural. Aunque los resultados ecológicos y de
dominación fueron similares.
En América, “la primera evidencia de plantas cultivadas es
hacia los 4080 AC,
un cultivo de calabaza que sirve tanto para alimento como para la fabricación
de recipientes. Evidentemente se trata de una planta no local, ya que crece en
ambientes templado cálidos”.
“El imperio incaico fue un espectacular ejemplo de
eficiencia en el manejo de la tierra y en el respeto del equilibrio ecológico
de la región. Ningún sistema posterior consiguió alimentar tanta población sin
degradar los recursos naturales (… …) Los incas basaron su civilización en una
relación armónica con su ambiente natural, integrado por los frágiles
ecosistemas andinos, y desarrollaron complejos y delicados mecanismos
tecnológicos y sociales que les permitieron lograr una sólida base económica
sin deterioros ecológicos”. 3
“Cuando llegaron los españoles, de todo lo que vieron, sólo
les interesó el oro y la plata para enviar a la metrópoli y para su
enriquecimiento personal. Se repartieron las tierras y esclavizaron a sus
pobladores. (… …)
Introdujeron “el ganado y el cultivo de alfalfa, del trigo y
de la vid, por el único medio practicable en una región donde las tierras eran
tan escasas y que consistía en el traslado de los indios y en su sustitución
por el ganado y los cultivos comerciales”. 4
Al mismo tiempo en los cultivos de trigo y alfalfa se
adaptaban a las nuevas condiciones ecológicas, ejerciendo en lo práctico y en
lo simbólico el dominio del territorio,
los conquistadores prohibían la siembra, quemaban campos y hasta
cortaban las manos de quienes e atrevieran a sembrar especies como la quinua,
uno de los pilares de la alimentación de los pueblos andinos.
La pampa infinita
“Cada sociedad utiliza, abandona o degrada los recursos
naturales de una manera particular, lo que afecta, también de un modo
particular y distintivo las condiciones de vida de la población”, dice
Brailovsky. 5
Así, la transición del modo de producción de los pueblos
nativos, basados en una armonía con la naturaleza dejó paso a otro signado por
la avidez sinsentido en la explotación de los recursos naturales, más allá de
que estas regiones el capitalismo se encontrara a años luz de encontrar su
desarrollo singular.
Hubo entonces cambios en los patrones tecnológicos en el
modo de aprehender la naturaleza de parte de sus nuevos habitantes. Según
Brailovsky, “una constante del manejo de recursos durante la época colonial es
la falta de aprovechamiento de la aptitud de los suelos debido a las
condiciones de tenencia de la tierra. En 1774 había en la ciudad de Buenos
Aires 10 mil habitantes y sólo 33 agricultores. Había 186 propietarios de
grandes extensiones, pero la población de la campaña bonaerense era de 6083
personas. La tierra fue distribuida en Latifundios. 6
“La tecnología ha reestructurado las relaciones ecológicas
humanas, esto es, en el análisis de las diversas maneras a través de las cuales
la gente ha intentado convertir a la naturaleza en un sistema que produce
recursos para su consumo. En este proceso de transformación de la Tierra, la gente ha
reestructurado sus relaciones sociales”7
Pero también en el caso de la región pampeana reestructuró
directamente el paisaje: “Lo acontecido en trescientos años desde el arribo de
los europeos a la Región
pampeana, introdujo cambios substanciales en el paisaje y modificó muchos de
los flujos de información y de energía que regulaban la estructura y funciones
de los ecosistemas. Los incendios y el pastoreo de animales introducidos por
los europeos a fines del siglo XVIII, (que según los cálculos hechos por
Garavaglia habría producido aporte mínimo de 3650 kilos de excrementos por
hectárea año), reestructuraron las comunidades, reduciendo las dominancias e
incrementando la diversidad. Los límites ecotonales se desdibujaron y muchas
unidades que antes del advenimiento del vacuno y del caballo se veían
estructuralmente diferentes, en ese momento aparecían como homogéneas. Las
especies leñosas y los pájaros nativos y exóticos invadieron el pastizal desde
las líneas ecotonales compartidas con la estepa arbustiva y el bosque
xerofítico que rodean a los pastizales pampeanos” 8.
La evolución de aquellas especies introducidas por el
español, con sus caballos y vacunos que se transformaron en cimarrones y
crecieron numéricamente en forma espectacular, derivó en un modo de producción
que durante la gestación del Virreinato del Río de la Plata y prosiguió hasta la
llegada de la República
promediando el siglo XIX.
“Existe una estrecha relación entre sociedad y medio
ambiente, ya que los mismos son respectivamente subsistemas conformados del
sistema global que se condicionan entre sí. Por consiguiente, el desarrollo
histórico de una sociedad depende en medida considerable de su base ecológica y
de sus recursos naturales, mientras que el tipo y grado de desarrollo afectar
directamente esa base ambiental”. 9
La base ambiental y productiva de aquellas Provincias Unidas
del Río de La Plata
estaban condicionadas directamente, desde la llegada de los españoles, por la
extensión, al parecer infinita de aquella pampa. Ghersa y León muestran de que
manera las fronteras de la pampa se iban corriendo hacia el oeste a medida que
adelantos tecnológicos y decisiones político económicas requerían de un mayor
uso del recurso suelo. De una pequeña franja casi paralela a la desembocadura
de los ríos Paraná y de la Plata
en 1774, las tierras afectadas a la producción ocupaban casi toda la provincia
de Buenos Aires hacia 1887, tras las expediciones del General Roca que
exterminaron las huestes ranqueles de las zonas más ricas de las áreas
marginales.
Mientras tanto, durante todo el período colonial, los
pueblos andinos fueron perdiendo sus sistemas productivos, que fueron
extinguiéndose a medida que se acrecentaba el domino español; algo que generó
evidentes consecuencias en los modelos de vida y la relación de estos pueblos
con el medioambiente..
“Tanto las especies cultivadas como las técnicas de laboreo
sufrieron cambios sensibles en el período colonial. La disminución de la
producción de maíz y otras leguminosas produjo el abandono de los
aterrazamientos y de los sistemas de riego que protegían el suelo de la
erosión, sobre todo en las laderas de las sierras. Los indígenas no dejaron de
consumir maíz, al menos mientras pudieron hacerlo, pero para sostener el mismo
nivel de producción prehispánico, era necesario realizar muchas labores
comunitarias. La construcción de andenes o canchones de cultivo y la
conservación de la limpieza regular de los canales de riego eran tareas
comunitarias organizadas por sus jefes naturales –los caciques, y se realizaba
en períodos prefijados en el calendario agrícola”. 10
“Los europeos le otorgaron prioridad a la cría de animales
importados, por falta de interés de conservar o desarrollar el pastoreos de
auquénidos, admitieron que esos recursos quedaran en manos de y para el consumo
casi exclusivo de los propios nativos de la región. Al preferir las lanas y
carnes de animales europeos forzaron directa e indirectamente un reemplazo
progresivo de las especies, haciendo que las reglas del mercado y del consumo
prevalecieran sobre la lógica andina de adaptación y protección del
medioambiente”.11
Sin embargo, para Domingo Cozzo, “en tiempos de la Colonia y primeras décadas
de la Independencia,
los perjuicios del primitivo paisaje de leñosas deben haber sido mínimos (… …)
Comienzo de la
Organización Nacional, en 1860 y las incipientes medidas de
desarrollo socioeconómico que se acentúan cuando los ferrocarriles estiran sus
rieles por todo el interior, se produce la conquista del “desierto” y se
instalan y se instalan miles de nuevos
establecimientos agropecuarios incentivados por el enriquecimiento de una clase
social político culturalizada contando con la fuerza de la mano de obra de
miles de inmigrantes; es cuando las cortas de bosques y en particular de montes
y matorrales para abrir campos, extraer maderas y leñas dan origen a las
grandes devastaciones” 12.
Hacia 1860, “bajo el impulso de una sostenida demanda
británica de alimentos y materias primas, los sectores dirigentes orientan el
uso de los recursos naturales con un criterio de especialización. La Argentina ingresa a la
división internacional del trabajo como productor de lanas, carnes y cereales.
Tanto los sectores dirigentes como el capital internacional bloquean cualquier
diversificación de actividades que lleve a aumentar el grado de autarquía del
país” 13
“En su día, tanto el centeno como la avena fueron malas
hierbas; actualmente son plantas de cultivo. ¿Es posible que una planta de
cultivo cambie y se convierta en una mala hierba? Sí”, se pregunta y se
contesta Alfred Crosby. 14
Por eso y a esta altura del trabajo me parece oportuno hacer
un par de reflexiones. A mediados del siglo pasado ya se configuraba el mapa
productivo actual de la
Argentina. Signado básicamente por la producción primaria de
alimentos especialmente dirigidos al mercado inglés. El imperio británico
gozaba aún de su reinado en el mundo. Y la Argentina comenzaba a abastecerlo de carnes de
mejor calidad y de cereales. Atrás habían quedado los saladeros. Pero las
estructuras productivas y sociales engendradas por ese producto primitivo iban
a marcar a fuego al país, su economía y su política.
Como apunta Brailovsky, a la Argentina le había
tocado en la división internacional del trabajo el rol de productora de
alimentos. Sus clases dirigentes ni siquiera se preocuparon por desarrollar
otros roles. La pampa por entonces parecía infinita.
Por otra parte había comenzado la depredación de bosques
nativos, como apunta claramente Domingo Cozzo, configurando también los
territorios marginales que con el correr del tiempo iban a ser destinados a la
ganadería extensiva, primero y a la agricultura ya en nuestros tiempos.
Comenzaban como apuntan Cozzo y Brailovsky la explotación (depredación) de los
bosques chaco santiagueños, por parte de empresas multinacionales como la Forestal.
Y por si fuera poco, aquellas semillas y el estilo de vida
de los pueblos andinos que permitían una producción armónica con la naturaleza,
maximizando recursos en un sistema sustentable de producción habían quedado en
la oscuridad de las minas de Potosí, donde millones de indios murieron a manos
de un saqueo. Se habían convertido en malas hierbas la quinua, el amaranto.
Pero también eran desdeñadas las llamas o las vicuñas, otrora base de las
economías andinas.
La ciudad puerto había tendido sus garras de hierro a manera
de tentáculos por el interior del país para extraer todos los recursos
naturales posibles, que simplemente pasaban por el puerto dejando pingues
ganancias en impuestos a los gobiernos de turno.
Las especies como el trigo se habían adaptado. Eran símbolo
de la conquista natural. También algunas malezas. Y por si fuera poco aún
persistían en los campos junto a las primeras ovejas el ganado cimarrón que fue
base de poder y dominación en esta parte del mundo por décadas. Caballos y
vacas. Símbolos de poder y de adaptación. Pero también de falta de desarrollo
de un modelo de país sustentable e inclusivo. Faltaban más de 100 años para la
llegada de la soja. Pero la estructura de los territorios en donde echaría
raíces la semilla china tomaba forma.
“Siempre que existe libertad tenemos la fuerza generadora en
acción y los efectos de la excesiva abundancia son destruidos posteriormente
por la falta de espacio y alimento, tan frecuente entre las plantas y los
animales y asimismo, entre estos últimos, por la lucha a muerte que se libran
entre sí”, dice Malthus. 14
Si los españoles habían llegado a América a en el siglo XVI
buscando tesoros de la naturaleza y habían arrasado con muchos de sus recursos
para poner en marcha la modernidad, la fundación de la Argentina moderna
combinaba dos factores: la necesidad política de un país en ciernes de ocupar
su territorio. Y masas enormes de emigrantes que necesitaban dejar Europa cuyos
campos agotaban su productividad y como dándole la razón a Malthus no permitían
el alimento de todos. Pero los condenados a morir eran entonces, los nativos
americanos y no los europeos. Los conquistadores habían logrado su cometido. En
la Argentina
no sólo habían triunfado los modelos políticos y económicos de los recién
llegados, sino que además sus especies y sus modos de producción.
“El ambiente, por lo regular en la forma del clima y de la
topografía pero, a veces también como enfermedad u otros peligros “naturales”,
dicta las características físicas y mentales de una sociedad, su vida cultural
y sus intereses políticos. Mientras más madura y civilizada se vuelve una
sociedad, menos expuesta se halla a ser esclava de la naturaleza: en realidad,
la marca de una civilización está precisamente en su capacidad de elevarse por
encima de las cortapisas ambientales”, afirma Arnold. 15
La nueva nación Argentina no sólo iba a transcurrir el siglo
XX bajo la dependencia de la naturaleza y sus vaivenes sino perseguida por la
condena del mito de la infinitud de La Pampa. El tiempo y los dictados económicos
globales condenaban al país chacarero al éxito o al fracaso, sin medias tintas.
Y cuando la soja llegó para quedarse el modelo económico de los chacareros
nacido allá por 1910 con el Grito de Alcorta estaba tocando a su fin. Sólo
faltaban algunos ruidos y reacomodamientos del sistema.
Las contradicciones de la soja
La soja pudo ser una mala hierba. No en el sentido que le
dio fallidamente la presidenta Cristina Fernández, sino que esta oleaginosa
crece en algunas zonas de la china de forma silvestre y forma parte de los
cultivos y la alimentación oriental desde la dinastía Shang en el siglo XVI
antes de Cristo.
“La soja era conocida en la Argentina desde 1867,
pero su promoción pasó por sucesivos fracasos, hasta que las multinacionales de
producción y comercialización de granos que operan en el país promocionaron el
cultivo para incorporarlo a un mercado internacional ya liderado por Estados
Unidos y la
Comunidad Europea”.16
En la
Argentina, “luego de un período de lenta evolución de la
productividad agropecuaria, ésta se incrementó rápidamente en la década del 70
por la introducción de la soja y la expansión del girasol. Los ciclos vitales
de ambos pueden cumplirse en el verano, luego de cosechado el trigo , lo que
permite obtener dos cosechas por año: trigo y soja, o trigo y girasol”. 17
Claro que el cultivo de la soja “tomó un verdadero impulso
con la introducción de una nueva manera de cultivar –la siembra directa—lo que
creó una sinergia muy positiva: la baja en el costo de producción y un aumento
en los ingresos debido al mejor precio de la soja comparado con el maíz o el
trigo. El éxito de esta combinación a su vez permitió la expansión de la
frontera agrícola. Tierras consideradas marginales en el sistema convencional,
pasaron a ser tierras aptas utilizando siembra directa (Trucco 2008). En la
década de 1990 se introdujo a la
Argentina la soja RR, resistente al herbicida glifosato
(roundup) lo que abarató y simplificó el cultivo”. 18
El cambio de sistema productivo trajo aparejadas ciertas
disparidades que aún se encuentran lejos de resolverse:
a) Concentración del capital, debido a la necesidad de su
uso intensivo para la producción de soja.
b)Desplazamiento de campesinos de zonas marginales..
c) La tala de bosques y montes en áreas marginales.
d) El deterioro del suelo por la intensidad del laboreo.
e) El desplazamiento de la ganadería.
f) La implantación de un monocultivo
g) La contaminación ambiental provocada por pesticidas y
herbicidas.
La tecnología, sobre todo la potencia y el tamaño de la
maquinaria agrícola fue incrementándose y adaptándose al cultivo de superficies
cada vez mayores, y terminó por ser antieconómica para el pequeño productor
tradicional. El cambio apuntaló un proceso de concentración: la superficie
media de las explotaciones se incrementó en un 18 por ciento entre 1973 y 1988;
(… …) La actividad como pequeños productores puede considerarse terminada,
ahora son pequeños rentistas urbanos empleados en servicios y en el comercio”
19.
El desplazamiento de campesinos en zonas marginales provocó
verdaderas crisis sociales que están lejos de resolverse. A tal punto que
motorizó movimientos organizados en reclamo de la tierra y sobre todo de la
soberanía alimentaria perdida en manos del monocultivo sojero. Dice Sevilla
Guzmán a respecto “Desde finales de los años ochenta de la pasada centuria
venimos asistiendo a una progresiva confluencia de los procesos de antagonismo
a la lógica del despliegue de la globalización económica, desde la sociedad
civil (Fernández Durán & Sevilla Guzmán 1999). (… …) como miembros del
Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA), en la que
expresaban su “oposición al modelo neoliberal... por degradar la naturaleza y
la sociedad. Al mismo tiempo establecían como un derecho de sus organizaciones
locales la “ gestión y el control de los recursos naturales... sin depender de
insumos externos (agroquímicos y transgénicos), para la reproducción biológica
de sus culturas”, señalando su “apoyo a la promoción, el intercambio y difusión
de experiencias locales de resistencia civil y la creación de alternativas de
uso y conservación de variedades locales”.20
“En la ecorregión del Chaco Seco (… …) la expansión de la
agricultura se ha producido a través de la conversión de grandes extensiones de
bosques xerófilos estacionales que ha provocado tanto la desaparición de
hábitats como su fragmentación”.(21) Asimismo, según Cabido, “durante los
últimos 20 años este fenómeno ha ocasionado la pérdida de bosques maduros y
secundarios en las provincias de Córdoba (Zak et al. 2004, Zak et al. 2008)
(Fig. 3), Santiago del Estero (Boleta et al. 2006), Tucumán y Salta (Paruelo et
al. 2005), Chaco y Formosa (Torrella y Adamoli 2006). A modo de ejemplos,
pueden mencionarse los procesos de expansión en los departamentos del norte de
Córdoba, que entre 1970 y 2000 perdieron más de un millón de hectáreas de
bosques xerófilos estacionales (chaqueños) por conversión a cultivos anuales,
principalmente soja (Zak et al. 2004) (Fig. 7 a). Un fenómeno similar ocurrió en el
nordeste de Salta donde el 51% de los cultivos de soja de la campaña 2002-2003
fue sembrado sobre tierras que en 1988-1989 estaban cubiertas por vegetación
natural, principalmente bosques del Chaco Seco y, en menor medida, de las
Selvas Pedemontanas y Chaco Serrano (Paruelo et al, 2005). Además del efecto de
los factores directos y subyacentes mencionados en el proceso de deforestación,
también el precio diferencial de la tierra en relación a los valores de la
ecorregión pampeana y un proceso de concentración de tierra en grandes
capitales, han promovido la deforestación a altas tasas. En algunos
territorios, como por ej. el norte de Córdoba, estas tasas han alcanzado
valores entre los más altos del mundo (Zak, 2008). 22 Para el autor, a
diferencia de lo ocurrido en el Chaco o en los Bosques Pedemontanos de las
Yungas, donde la conversión a cultivos anuales involucró la pérdida de bosques,
en la Pampa la
última expansión de la agricultura no se hizo sobre vegetación natural, sino
principalmente sobre pasturas sembradas (alfalfa y otras forrajeras) (Paruelo
et al. 2005). 23
Dicen Brailovsky y Foguelman respecto del uso de los suelos
en el caso del monocultivo de soja: “En la mayoría de los casos, las prácticas
conservatistas – salvo las rotaciones prolongadas con pasturas- fueron
consideradas insuficientes a juzgar por el estado de los suelos. Muy a menudo
las prácticas consevatistas y sus costos son tratados como externalidades, es
decir, como costos adicionales optativos, porque el cortoplacismo que invadió
la economía ha hecho olvidar que los suelos necesitan plazos más largos para
recomponerse. Es un típico ejemplo del antagonismo entre los plazos económicos
y los plazos ecológicos, estos últimos casi siempre mucho más largos si lo
deseable es preservar equilibrios favorables a las actividades productivas para
un uso sostenido” 24 Para el caso de los suelos desmontados de zonas marginales
como el caso de Santiago del Estero, según los autores, en 10 años de monocultivo,
los suelos perdieron a razón del 5 por ciento de materia orgánica por año, algo
que la FAO
considera como grave.
Respecto a los daños ocasionados por el desplazamiento de la
ganadería hacia zonas marginales, sólo hace falta citar a Cabido describiendo
la situación de la zona central: “en un análisis de cuatro de los distritos
pampeanos, Baldi et al. (2006) concluyen
que el 65,5% de su área de estudio está ocupada aun por pastizales utilizados
para ganadería; sin embargo, aunque estos pastizales representan la situación
más cercana a la vegetación original (estructural y florísticamente), están
utilizados en forma intensiva, con más de 22.5 millones de cabezas de
herbívoros domésticos en el año 2001 en la provincia de Buenos Aires (INDEC
2001, en Baldi et al. 2006). 25. Por una cuestión de tiempo y espacio
preferimos obviar la degradación de suelo ocurrida en los espacios serranos y
andinos, con el pastoreo extensivo de las laderas por parte de la ganadería
bovina. Y hasta dónde la conquista ideológica y simbólica hace que los
productores locales sigan prefiriendo estas especies, a las que utilizaron sus
antepasados, protegiendo y aprovechando más eficientemente los recursos
naturales. Hablo de la ganadería de llamas y alpaca por ejemplo para el Noroeste
argentino.
En relación a los monocultivos, Altieri apunta “la
manutención de la biodiversidad y de los mecanismos de reciclaje de nutrientes
son claves para el diseño de agroecosistemas sustentables. Además de proveer la
base genética de los cultivos y animales, la biodiversidad presta una infinidad
de servicios ecológicos, tales como el reciclaje de nutrientes, la supresión
biológica de plagas y enfermedades, el control del microclima local, la
desintoxicación de compuestos químicos nocivos y la regulación de procesos
hidrológicos. Cuando estos servicios naturales se pierden, debido a la
simplificación biológica del monocultivo y los plaguicidas, los costos
ambientales y económicos son importantes. Económicamente los costos en la
agricultura incluyen la necesidad de suplir a los cultivos con alto uso de
insumos externos, debido a que cuando los agroecosistemas son privados de la
diversidad biológica, son incapaces de subsidiar su propia fertilidad y de
regular las plagas. Cuando ocurren contaminaciones con plaguicidas y/ o
nitratos, los costos implican a menudo una reducción en la calidad de vida,
debido a la degradación del suelo y de la calidad del agua y los alimentos.26
“Es necesario recalcar que la artifícialización inadecuada
de los ecosistemas, sobre todo por el sobreuso y/o uso de tecnologías
equivocado, ha provocado un alto grado de contaminación. Esta contaminación en
los países del MERCOSUR y Chile está muy poco medida, aunque se poseen estudios
parciales que ilustran toda suerte de problemas, tanto por efecto de los
pesticidas, como por el uso de algunos fertilizantes, o causados por los
estabilizantes y preservantes post cosecha”.Desafortunadamente este tipo de
problema está muy mal documentado. Si se supone que persistirá el mal uso de
los químicos en términos similares a los últimos decenios, indirectamente se
podría estimar el mayor o menor efecto contaminante en función de la evolución
del uso de pesticidas, fertilizantes, estabilizadores y preservantes”. 27
¿Un modelo sustentable?
Cabe quizás preguntarse ahora si este sistema productivo del
monocultivo de soja a lo largo y ancho del país es sustentable. Para eso será
necesario definir sustentabilidad o sostenibilidad.
“La aceptación generalizada del propósito de hacer más
"sostenible" el desarrollo económico es, sin duda, ambivalente. Por
una parte evidencia una mayor preocupación por la salud de los ecosistemas que
mantienen la vida en la Tierra,
desplazando esta preocupación hacia el campo de la gestión económica. Por otra,
la grave indefinición con la que se maneja este término empuja a hacer que las
buenas intenciones que lo informan se queden en meros gestos en el vacío, sin
que a penas contribuyan a reconvertir la sociedad industrial sobre bases más
sostenibles”.28
Para la
Comisión Mundial para el Medio Ambiente y Desarrollo (WCED,
1987), desarrollo sustentable es “aquel que responde a las necesidades del
presente de forma igualitaria pero sin comprometer las posibilidades de
sobrevivencia y prosperidad de las generaciones futuras”; y se establece que la
pobreza, la igualdad y la degradación ambiental no pueden ser analizados de
manera aislada. El documento coloca a la pobreza como una de las causas (y
consecuencias) de los problemas ambientales. 29.
En síntesis, la propuesta de desarrollo sustentable parece
plenamente justificable y legítima, en su aceptación generalizada, se ha
caracterizado por una postura acrítica alineada en relación a las dinámicas
sociopolíticas concretas. Para que tal propuesta no represente apenas un
enverdecimiento de el estilo actual, cuyo contenido de quedaría en el nivel de
la retórica, se impone examinar las contradicciones ideológicas, sociales
institucionales del propio discurso de sustentabilidad, en como analizar las
distintas dimensiones de la sustentabilidad –ecológica, ambiental, social
cultural y otras- para transformarlos en criterios objetivos de políticas
públicas.
Más allá de las definiciones y las contradicciones
terminológicas y prácticas, Altieri intenta una definición de un agrosistema
sustentable y establece algunas características a tener en cuenta para llevarlo
adelante: “Un agroecosistema sustentable posee características similares a los
de un ecosistema natural maduro (Altieri, 1992):a) Alta diversidad de especies
y cadenas e interacciones tróficas complejas. b) Ciclos minerales relativamente
cerrados que capturan nutrientes y evitansu lixiviación. c) Una relación entre
productividad y fitomasa que decrece, y donde la energía se utiliza más para la
manutención del sistema que para la producción de fitomasa adicional. d)
Mantenimiento de poblaciones estables de insectos, patógenos y malezas que
dependen de diversidad y eficiencia de depredadores, parásitos, competidores y
antagonistas. e) Descomposición de la materia orgánica que depende no sólo de
la diversidad de microorganismos e invertebrados, sino también de las complejas
interacciones entre los organismos del suelo”.30
La dictadura transgénica
No podemos olvidar que el monocultivo de soja en gran parte
de Latinoamérica se debe al cultivo de variedades transgénicas, que facilitaron
su propagación gracias a la complicidad de algunos estamentos estatales, leyes
laxas o pocas veces cumplidas frente al poder económico de las grandes empresas
agroindustriales.
“Aunque los riesgos ambientales de los cultivos transgénicos
-pérdida de la diversidad genética y promoción de su erosión; mutación a, y/o
creación de, supermalezas; creación de nuevas razas patógenas de bacterias;
generación de nuevas variedades de virus más nocivas; entre otros- se encuentran
ya suficientemente documentados (Rissler & Mello 1996, Krimsky & Wrubel
1996, Altieri 1998); no sucede lo mismo respecto a los riesgos vinculados a la
salud, al no disponer aún de tiempo suficiente como para contrastar los claros
indicios que comienzan a percibirse y que, un mínimo principio de precaución,
ha llevado a la movilización de la sociedad civil de varios países.
De lo que no cabe duda es del impacto social y ecológico que
tendería a dejar en manos de un puñado de corporaciones transnacionales el
monopolio de los alimentos básicos de la población mundial y por tanto la
planificación de cultivos a nivel planetario. Problema éste especialmente
dramático si tenemos en cuenta que existen actualmente mas de 800 millones de
personas que pasan hambre y viven en un claro estado de pobreza, no puede
permitirnos renunciar a la utilización de tales descubrimientos a la hora de
contribuir a resolver dicho problema en el conjunto del planeta”. 31
“La pregunta que nos inquieta y que nos llevó a escribir
este artículo pude ser formulada en los siguientes términos: ¿Cómo es posible
que el ocultamiento de informaciones concernientes a los potenciales riesgos
del empleo de transgénicos ocurra en sociedades democráticas? La respuesta a esta pregunta implica reflexiones con
múltiples dimensiones. Entre otras cosas, precisamos investigar: ¿cuáles
informaciones están siendo ocultadas y de qué modo? ¿Por qué este ocultamiento?
A quién beneficia y a quién perjudica esta situación. Por qué la población no
se manifiesta más fuertemente en busca de su derecho a la información. Por qué
el Estado, que debiera ser el guardián de los intereses públicos se posiciona
favorablemente a los intereses corporativos”. 32
Tanto los Estados nacionales como las corporaciones agrotecnológicas
que defienden el modelo agronómico basado en transgénicos, plaguicidas y
pesticidas, aducen que éste permite producir alimentos a gran escala,
reduciendo el hambre en el mundo.
Sin embargo, según Miguel Altieri y Clara I. Nicholls,
“existe un nítido consenso científico respecto a que no es la falta de
alimentos lo que deteriora la trágica situación de hambre en el mundo. Por el
contrario, es la desigual distribución de la riqueza la causa última de tal
descomunal injusticia: (…. …) Si tal cantidad de alimentos se distribuyeran
equitativamente o no se emplearan para alimentar, mediante métodos de
naturaleza industrial, a animales para satisfacer el consumo exosomático del
primer mundo, el hambre quedaría automáticamente eliminada de la faz de la tierra
(Lappe et al. 1998)”.33
Para los autores la evaluación agroecológica del impacto de
los cultivos transgénicos sobre las economías campesinas, a través de la
metodología que hasta ahora hemos desarrollado, nos permite señalar las
siguientes consecuencias:
1. Pérdida de la autosuficiencia agroalimentaria;
característica esta como central dentro del rescate que la agroecología
propugna de su lógica ecológica para el diseño de modernos sistemas agrícolas
de naturaleza medioambiental. Vinculado a ello aparece la generación de una
fuerte dependencia de “intereses privados” al mercantilizar los insumos que
históricamente han cerrado sus ciclos de materiales y energía dotando a su modo
de uso de una alta eficiencia ecológico-energética.
2. Sometimiento del manejo campesino de los recursos
naturales a la lógica del mercado, con la ruptura de las matrices
socioculturales que mantienen aún, en muchas partes del mundo, lógicas de
intercambio vinculadas a cosmovisiones, que han probado empíricamente formas de
sustentabilidad ecológica.
3. Pérdida de la legitimidad histórica del campesinado a
conservar e intercambiar sus semillas, producto de una coevolución con sus
ecosistemas, que asegura el mantenimiento de una biodiversidad, sin la cual la Ciencia no podrá continuar
el objeto último de su existencia: contribuir al progreso de la humanidad.
4. Erosión sociocultural de los sistemas ambientales con la
pérdida del conocimiento local, campesino e indígena; imprescindible hoy en día
para resolver los problemas medioambientales generados por los excesos químicos
que en el pasado generó el, entusiasta e irreflexivo, paradigma modernizador
5. Ruptura de las tecnologías sistémicas sobre el control de
plagas y enfermedades; vivo aún en múltiples estilos históricos de manejo de
los recursos naturales desarrollado por las etnicidades campesinas que
mantienen su identidad sociocultural; preservando así a sus ecosistemas de
diversos riegos ambientales.
6. Desalojo del campesinado de numerosos ecosistemas
frágiles, conservados por un manejo de adaptación histórica y cuya
modificación, al permitir las tecnologías transgénicas su intensificación,
generaría nuevos procesos de exclusión. Y ello sin tener aún la certeza
científica de una posterior degradación de tales ecosistemas.
7. Apropiación transnacional de múltiples territorios
indígenas, cuyos derechos históricos y, en muchos casos, sabiduría de
conservación ecosistémica no pueden ser cuestionados tras un riguroso análisis.
8. Ruptura de la estrategia campesina del multiuso del territorio que han desarrollado
históricamente, numerosas culturas campesinas y/o indígenas y que la Agroecología
reivindica, en la actualidad para su articulación con nuevas tecnologías de
naturaleza medioambiental. 34
Ahora, es posible una sociedad sin una agricultura y un
consumo de alimentos transgénicos, se preguntan Ribeiro y Barros Mattos. E
intentan una respuesta abrumadora: “la transformación de una OGM en una
realidad comercial implica algo más que ciencia. Depende de una regla de
sumisión a los intereses corporativos, una ciencia dispuesto a ser un agente de
la propaganda, las universidades deseosos de dinero de las empresas, un sistema
educativo que forma incapaz de pensar alternativas profesionales producción por
encima de los ofrecidos por las grandes corporaciones de un sistema de medios
de publicidad que se permite someter a los ciudadanos con eficacia,
convirtiéndolos en meros consumidores de un orden internacional basado en la
violencia, etc. Por lo tanto, la adopción de cultivos transgénicos conlleva aun
riesgos mucho más amplios que los que un OGM puede traer al medio ambiente o la
salud humana. Estos riesgos son características de los órdenes sociales no
transparentes, autoritarios, donde los ciudadanos permanecen insensibles y
apáticos sobre los hechos. Esta adopción se traducirá y la producción de un
orden social en que se considera el riesgo para las inversiones de capital
mucho más importante que los riesgos a los ciudadanos y el medio ambiente. Esto
plantea social y moral múltiples riesgos para el público. GM discutir sin
discutir que el orden social es una simplificación brutal de la realidad y un
síntoma de la percepción de que el orden social mismo produce distorsión y
subjetividades.
En el caso específico del sector de las semillas, gran parte
de las grandes corporaciones existentes participó en la llamada Revolución
Verde, en la que un control de versiones más leves del orden social se puso en
práctica con gran éxito de estas corporaciones. Si la Revolución Verde
causó daños a la diversidad biológica de las principales especies agrícolas y
pequeños agricultores (Mooney, 1987), pero fue sumamente rentable para esas
corporaciones. El uso de los
transgénicos es sólo una nueva fase de esta estrategia para el control de los
ciudadanos y las naciones económicamente y militarmente menos poderosos. Menos
aguda y radical de lo que fuimos testigos durante la Revolución Verde,
con un potencial mucho mayor para dañar el medio ambiente y la sociedad. Y como
si fuera uno de sus productos básicos, la "ciencia" se está convirtiendo
en la publicidad con alta credibilidad, y parte de los "científicos"
en los anunciantes experimentados. Así, después de esta modificación los medios
de comunicación, los cultivos transgénicos que llegan al mercado se puede
disfrutar de una agradable imagen pública, lo que parece estar unida a más
nobles causas, tratando de alimentar a los hambrientos del mundo. Se oculta la
producción potencial de una mayor desigualdad, la concentración de la riqueza y
el poder y los daños ambientales impredecibles. En esta tarea trabajan
cuidadosamente los propietarios de la "ciencia",
"comunicación" y el capital”. 35
Según el Banco Mundial el PBI de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela fue de 3641
billones de dólares. Mientras que la facturación total de las 10 primeras
empresas a nivel mundial sumó 3041 billones de la misma moneda.36
“Hoy ha madurado plenamente una tercera fase de esta
relación, el la que las grandes corporaciones transnacionales han sobrepasado
efectivamente la jurisdicción y autoridad de los Estados-nación. Pareciera,
entonces, que esta centenaria dialéctica ha llegado a su fin: ¡el Estado ha
sido vencido y las corporaciones gobiernan ahora la Tierra!” 36
Conclusiones:
El repaso por las diferentes fases de la historia
medioambiental de la
Argentina nos deja en claro que, desde el momento en que los
conquistadores pisaron esta parte del mundo, la depredación de los recursos
naturales y de los sistemas socioeconómicos de los nativos fue el objetivo
central.
El modelo capitalista se instaló con sus términos
cortoplacistas de maximización de rentas, en un paisaje que por entonces se
tornaba peligroso y al mismo tiempo infinito.
Esa noción de infinitud fue la que cargó como mito fundante
lo que más tarde iba a ser nuestro país, que por características geográficas y
ecológicas se convirtió primero en el abastecedor de alimentos para las
colonias de negros que eran explotadas por las potencias a lo largo y ancho del
mundo, para después convertirse en el supuesto granero del mundo, el proveedor
de las carnes y en tiempos actuales en el proveedor de alimentos de segundo
orden para los animales chinos.
Puedo encontrar en esta supuesta línea imaginaria rasgos
comunes. En la primera fase fueron los animales de los conquistadores los que
se adaptaron a las nuevas condiciones ecológicas, dando nacimiento a una
sociedad que sólo se preocupaba por la caza primero y la cría después del
ganado cimarrón.
En la segunda fase, la fácil adaptación del trigo y la
alfalfa hicieron de las inmensas pampas un espacio para la elaboración de
carnes y de cereales.
En la primera fase la Argentina produjo tasajo para las potencias
dominantes, sin importar demasiado qué uso se hacía de los recursos naturales, ni
de que manera se administraba la política y la economía. Ni siquiera se pensaba
en la posibilidad de una nación desarrollada y justa.
En la segunda fase, la Argentina produjo alimentos especialmente para
Inglaterra, la potencia dominante hasta el fin de la Segunda Guerra
Mundial. La dependencia de los caprichos de la economía global y de las
arbitrariedades sajonas hicieron mella otra vez en la sociedad, en la política
y en la economía argentina.
En ninguna de las dos fases se tuvieron en cuenta los factores
medioambientales y productivos, a la hora de realizar una administración
sustentable de ellos.
Hoy, con una integración más fuerte hacia el mundo
globalizado, la Argentina
sigue produciendo a la manera que dictan las potencias y de la manera en que lo
indican. Los modos productivos son absolutamente funcionales al Poder global,
tal como lo indica Ribeiro.
Mi pregunta central es por qué, si existen sobradas pruebas
de que la implantación del modelo productivo sojero despilfarra recursos
naturales que seguramente reclamarán las generaciones futuras. Y además
reproduce un modelo social injusto. Y por si fuera poco contamina aguas y
degrada suelo con el solo objetivo de producir alimentos de dudosa calidad, que
a su vez serían dañinos para el consumo humano ¿Por qué, los diferentes
estamentos sociales no vislumbran esa realidad?
La respuesta quizás esté en los espacios ocultos de poder.
En la instauración de un modelo social de apatía, donde el monocultivo de la
soja no es más que un reflejo biológico del monolenguaje de la publicidad y el
consumo. Donde no hay más verdes que el de la soja, como no hay más colores que
los impuestos por las efímeras modas impuestas por las grandes tiendas.
La libertad y la igualdad soñada por los hacedores de la Revolución Francesa
parece no haber llegado a nacer. O simplemente ser una realidad para el
conjunto de corporaciones que hoy hacen trizas el poder de los Estados Nación.
La solidaridad, parece haberse olvidado. Es que nadie imagina más solidaridad
en las corporaciones que el lucro en el corto plazo. No importa cuántos mueran
de hambre. Lo que importa, como dice Ribeiro, es la ganancia.
Me pregunto entonces si aún tenemos una soberanía nacional.
Si somos capaces como sociedad de discutir nuestro modelo productivo. Nuestro
presente. Nuestro futuro. Soy pesimista. Las discusiones exaltadas por los medios masivos y de las que
todos los días nos hacemos eco no son más que meras simulaciones.
Así, el futuro, de la Argentina, de mi patria y de mis sueños no serán
más que semillas ilusorias, apuntando hacia la China, con el traje oculto de las multinacionales
de turno,
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